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viernes, 14 de enero de 2011

0 centímetros

A 1,37 cm. del cuello que ahora me entregas sin más, negro de mugre, negro de trabajo. Húmedo, amor, húmedo.

Vuelvo los ojos a la lectura, las matemáticas me afiebran, sólo logro logaritmos en ti.

Estoy cerca, pero no, el ángulo de tu ojo no me alcanza y me gusta, estoy a más de 200 grados centesimales, no me ves, pero te veo, en toda la inmensidad de tu cuerpo estirado en el asiento del bus. Sigo leyendo, eres la mejor fórmula matemática que he visto. Con los ojos ansiosos logro calcular tu azimut, mi norte es el conductor, 67 grados, 1 metro y tanto, ya no puedo calcular, amor. Tú, metido en la pega, sin saber que existo… llega una mujer que me dice que el lugar que ocupo es suyo, me levanto y, obligadamente, estoy en línea recta, sé que me ves. Pensé que mi geometría sería lejana, pero no logro salirme, estoy dentro del ángulo de tu mirada, me miras y no ves nada, sólo mis pechos erguidos, esperando ser mordidos. A pesar de que ya mi cercanía disminuyó en aproximadamente 50 cm., no puedo acercarme, sería entregarme. Me ves menos, al menos eso creo. A 93 cm. y mi cuerpo no puede más, me  ves, abres los ojos, 90 cm., amor mío, te duermes. El vaivén del bus me recuerda una playa colmada de vino, de torque insaciado y desconocido.
Cuchillada, la realidad, 20 Km. para el destino, la evaluación me espera, el mismo sol, océanos de metal derretidos en frente, 84 cm., la incursión, mi piel es una pista de aterrizaje después de un bombardeo, herida y sabiendo que ya no recibirá más naves. El bus frena con violencia, 53 cm. de trasgresión a tu anhelada intimidad, me disculpo sin mirar, vuelve a frenar, destino, cierro los ojos y me zambullo, caos de sangre dentro, humedad entre las piernas, mezcla de sudor y ansias. 0 centímetros, querido mío. Ríes y me ayudas a levantarme, pero no quiero, deja que me transforme en tu overol, deja que sea una parte, un pedacito de mezclilla para absorber tus olores, deja que vaya contigo al trabajo, acompañarte, mirándote desde el suelo, en la ducha. Me levanto obligada. 100 metros para el paradero final, me despido triste, fuiste mi muerte por casi 2 horas y lo serás por varias noches más. Antes de bajar, tímida, me atrevo a mirarte por primera vez de frente… duermes. Descansa.     

lunes, 10 de enero de 2011

la Puta Iluminada


Vesta enyesada
Tomada augusta de tu mano
Con vestido blanco, la guapa
Bordado de oros.
Yo abajo, vestida de roña
O desnuda y chorreante
No recuerdo bien…
Ella me escupe desdén
Recibo la substancia odiosa de su boca
En la cara,
Inclinado mi rostro
Sube lento
Toda la extensión del pedestal
Mármol, fálico
Tu sonrisa balbucea la acusación:
Puta
Por altoparlante se grita
Puta yo, la indigna.
TVN con su verdad me llama  “hetaira”
(No existe la otra palabra en su diccionario,
Pero sabe su significado de memoria)

Puta entrevistada
Mi rostro insano en la revista “Caras”
Puta yo
Me han puesto por nombre
Puta yo y sin apellido
Puta yo y sin derecho
A pensión básica solidaria
Ni bono por hijo
Puta yo, la concebidora.

Les quiero contar
Que mi útero se inflama,
Montaña dura y orgullosa,
He parido hijos, frutas
Bosques descomunales, añosos
Mil veces más viejos que su madre
De mi han surgido ciudades nuevas
Con autos, con pobres, conmigo.

Una noche,
Monté húmeda a un hombre oscuro
Y tuve los primeros alacranes.
He tenido serpientes
Que me hablan del pecado
Que las constituye
Y de lo injusto de su trabajo en la tierra
Les sonrío con dulzura
Para terminar enviándolas a asustar.
También me han nacido varios pájaros
Uno de ellos es hijo tuyo,
Rey codicioso,
Ese que al nacer,
Me dijo al oído
“a mi padre ámale con rabia
Con ternura violenta
Para que sepa que deberá concebir
La mas gigantesca bandada de pájaros”
Le dije:
“no puedo, tu padre ha desposado a otra”
Mi hijo respondió:
“que no te importe el compromiso con la enyesada”

Así y todo, preferiste a la otra
Para concebir un príncipe.
Pobre de mí
Puta yo
Puta, la hacedora del mundo.  

sábado, 8 de enero de 2011

Paralítica y sin limosna

De la nada, la sangre se te agolpa caótica, incomprensible. El más mínimo contacto se transforma en una colisión catastrófica. Me tomas, me aprietas y me llevas, sin decir nada.

Sin previo aviso viene el ataque, no me asombra, ya conozco la táctica.

La ropa es quitada sin cautela, desesperado, buscando ese tesoro útil que no amas, pero que no puedes dejar. Así te amo, sin amor.

Tu dedo se interna, con la sola precaución de haber sido remojado un segundo en tu boca, en mi poco santo canal de desagüe.  Enloqueces. Mi boca es llenada por un escupo, tu lengua rígida entra y sale, se refriega, me odia, me asesina, me ahoga. La penetración duele, bajas y escupes, lo intentas de nuevo victorioso. Te veo, me gusta. Entras con toda tu fuerza, como queriendo no dejar espacio dentro, a nada más que a ti y lo logras, estoy invadida por todos los flancos, pierdo la batalla.

Perdedora soy y me gusta serlo.
Paralítica y sin limosna.

Un par de minutos pasan lentos para mí, para ti son todo lo que anhelas. Te levantas con el rostro sudoroso, ebrio, te levantas exprimiendo mi pecho con ese desamor asqueado que te caracteriza, das el último toque torpe a tu sexo que ya lucha por fluir y eyaculas sobre este cuerpo, maldiciéndome, mascullando ese odio que es un orgasmo para mi. Te miro con desánimo, sé que no querrás un beso. Sonríes por la sensación, no conmigo. Luego ducha, comida y despedida, te vas al trabajo, para yo quedarme sola con el placer desmesurado de pertenecerte.