A mi Pato
A ambos les pesaban los pies. Habían levantado demasiadas piedras buscando el tesoro prometido, que no existía. Por eso se amaron con urgencia desesperada, con desgarro. Las manos temblaron, la torpeza, impaciente, como es ella, se había apoderado del acto. Era su reino. La urgencia la tornó violenta, no podían de otra forma, no sabían hacerlo, era la primera embriaguez. Se golpearon, se derritieron para mezclarse y formar el caos original, la playa los miró atónita, pensaba que su furia creadora era la más transformadora, pero no, se sintió defraudada, ellos eran el origen. Eran los padres de los bosques, de los alacranes y de la fuerza gravitacional que movía los ríos hasta ella. La orgullosa de la naturaleza quedó muda, absorta, desesperanzada. Se dio cuenta de que la fuerza que los ríos, que desesperados llegaban, no iban hacia ella, sino que seguían su naturaleza. Tonta, ella, ilusa.
Uniones vanas hubo muchas antes, pero esta sensación de amar demasiado, tanto que se requiere del dolor para hacerla soportable, era nueva, en esto eran principiantes. Perdidos, el jadeo se hizo compulsivo, invadió todos los rincones del dormitorio gigante, los pájaros adultos volaron de sus nidos quietos, espantados por la catástrofe. Los pájaros niño se quedaron riendo, sus progenitores nunca comprenderían que ese escándalo era el que les había hecho nacer y cantaron por primera vez, algunos intentaron volar antes de tiempo y cayeron felices a la muerte, a sabiendas de que otros muchos, como ellos, vendrían después.
El macho recio del mar, miró envidioso.
Ellos eran todos los seres al mismo tiempo, pulpos enlazados, marañas de líquenes, fieras arañándose, koalas trepando un árbol vivo, eran la vida.
Así, se amaron y crearon el mundo, de ellos nada más se supo. Unos dicen que son Adán y Eva, yo no creo, porque sé que anónimamente, viven entre nosotros.